
Economía
‘Morir con cero’
Un libro que desafía las convenciones tradicionales sobre la acumulación de riqueza.
Al principio de este año, tuve una buena sesión de vino con un excompañero de trabajo, de esos que se ven jóvenes, tienen alma perenne, pero al final ya sienten que se cansaron y necesitan empezar a contar semanas prepensionales. Es joven para pensionarse, pero quizá ya muy curtido en el ambiente corporativo y, a veces, su batería se deteriora.
Lo escuché mucho porque esa era mi misión en ese momento. Le hice preguntas de esas que —decimos— son poderosas, o al menos inquietantes, porque empezó a ver luz en medio de lo que él sentía oscuro.
Se quejó dos horas de su trabajo y de la empresa en la que ya lleva 18 años. No suele ser negativo, así que —supuse— el momento lo tiene sobrepasado. Se veía agotado e, incluso, creo que más bien abrumado. A sus 52, su salud le está cobrando un poco el exceso de trabajo y trasnocho de las décadas anteriores y él lo sabe.
Le dije que estaba bueno pensar y sentirse debilucho (vulnerable, con palabras correctas) y que al final no siempre tiene que poder con todo. Le hice la pregunta más importante: ¿ya hiciste bien tus cuentas para poder irte? Tuvimos un momento incómodo porque, aunque me dio vueltas, realmente las cuentas no estaban bien hechas, así que nos tocó comer más queso para empezar una nueva conversación.
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Le hice otra pregunta: ¿tú quieres dejar herencia poderosa o quieres vivir feliz lo que te queda? Parecía que Manu tenía claro lo que no quería, pero no lo que quería. Le costaba pensar vivir sin algunos lujos de su vida actual y tampoco estaba dispuesto a gastar sus ahorros, pero además quería dejar superaseguradas a sus hijas y a su esposa. Pensé que, al paso que íbamos, iba a salir borracha de tanto vino acompañando tremenda profundidad de conversación.
Le recomendé un libro que un mentor argentino me puso a leer como tarea y la verdad me encantó. Se trata de Morir con cero, de Bill Perkins, un libro que desafía las convenciones tradicionales sobre la acumulación de riqueza. Le conté a Manuel cómo el autor propone que el objetivo financiero no debería ser acumular dinero, sino gastarlo de manera eficiente para maximizar las experiencias de vida.
Manuel se interesó y yo me animé de ver que algo le hacía sonreír. Le dije que quería que lo leyera y buscando engancharlo le resumí los puntos clave. Empecé por recordar que Perkins sugiere que el dinero debe ser utilizado para crear recuerdos y vivencias enriquecedoras, en lugar de simplemente ahorrar para el futuro, y le dije que a los 52 años se tiene menos futuro que a los 30 (al menos en teoría).
Manuel se mostró interesado, así que le dije que no hay que pensar solo en la pensión, sino en invertir en vivencias desde temprano; la importancia de disfrutar de experiencias significativas mientras se es joven y saludable y, por supuesto, a los 50 se tiene mucha más energía que a los 70 para emprender nuevos retos. Aunque nada es imposible, pero la vida es corta y es mejor vivir rápido.
Por supuesto, según Perkins, no se trata de gastar como loco y sin sentido. Debe haber una planeación financiera que promueva gastar dinero, pero siendo inteligente para no gastarse todo muy pronto.
Manuel se preocupó por sus hijos. Le expliqué que, en la lógica del libro, la plata se produce para gastarse y a los hijos se les deben dar herramientas, quizás un seguro de vida y apoyo hasta los 30 años, pero luego la vida es de ellos, así que —siendo sensatos— vale la pena gastarte todo lo que has producido y tratar de morir sin tanta plata en el banco.
La filosofía central de Morir con cero es que la verdadera riqueza reside en las experiencias vividas, no en las cuentas bancarias. Le dije a Manuel que este libro lo debí haber leído antes, pero que aún estamos a tiempo de disfrutar y vivir bien pensando en nosotros mismos.
Manuel quedó entusiasmado con el concepto. Me prometió leerlo y recapacitar sobre su pensión autoimpuesta prematuramente sin hacer bien sus cuentas. Veremos qué me dice cuando lo lea.